21 sept 2008

Una luz al final del túnel. La agonía de la política.

La política abarca dos momentos básicos en el proceso de organización social: el de conquista o acceso al poder y un segundo momento, el de su conservación o mantenimiento. Las fases agonal y arquitectónica, respectivamente, han sido preocupaciones centrales ya desde los griegos mas clásicos (y cuasi omniscientes). Agón en griego, y a riesgo de sonar a cierto comentarista con quien no simpatizo, significa lucha. Y obviamente arquitectura es construcción.

Si tomamos una posición realista de la vida en sociedad, aceptamos que el gran juego social es una permanente tensión entre conflicto y cooperación. Lucha y construcción. Y que cuando se habla de consensos como remedio mágico, hay que detenerse cuidadosamente en la pluma, la intención, del hablante.

Revisando las reglas del consenso

¿Consenso para que se decida lo que ése hablante prefiere, consenso para que se decida lo que 'todos' queremos, o consenso para que se prefiera la decisión de la minoría? Consenso, con-sentimiento, congruencia que no es homogeneidad sino acuerdos especiales. Consenso es un concepto que no tiene implícitas las partes de la disputa. Es necesario, por tanto, precisar quienes consienten qué cosas y en nombre de quienes.

Entonces, volvamos a los hablantes: En el primer caso (A), no hay tal consenso. Yo decido y luego lo llamo consenso.

En el segundo caso (B), aún mas complicado y uno de los nudos gordianos de la teoría política, no está claro quién dibuja el 'todos'. Todos somos 'la gente', los espectadores, los votantes, los manifestantes, los trabajadores. A este respecto, generalmente, pasan dos cosas. Por un lado, alguien con voz se apropia de la representación de 'todos' y enuncia los términos del consenso. Y por otro lado, el o la representante, por ejemplo de los votantes ( el 'todos' mas adecuado hasta ahora en nuestras imperfectas pero mejorables democracias) enuncia el consenso sobre un asunto no discutido y por lo tanto no votado. Un ejemplo: los representantes legítimos elegidos en 2007 no dieron a conocer masivamente en sus programas la posición sobre temas como el conflicto distributivo. Instalada la dicotomía campo- otros, los votantes de ese representante se ubicaron a ambos lados.

El tercer caso (C), autoriza a hablar de consenso cuando se incluye las posiciones de las minorías.

Mi orden de preferencias sería C, B, A Es decir, prefiero que se incluya las posiciones minoritarias, en Segundo lugar preferiría que se respete lo que el ‘todos’/ votantes votó y por último, elijo que una sola persona me incluya en su enunciación de consenso. ¿Usted qué prefiere? Un amigo politólogo, Marcelo Leiras, sostiene la opción más incluyente es improbable, precisamente porque la política es irremediablemente agonal. El dice que la representación siempre tiene algo de incompletitud e impostura. Representa quien cree hablar en nombre de otros, a veces sale bien, a veces mal, pero lo interesante es que no hay autorización previa. Coincido plenamente con estas reflexiones, en cuanto que hay intentos de representación, intentos de entender a alguien que no es uno, como en el amor.

Volviendo a la idea de dos momentos centrales de la política, el de la conquista del poder y su posterior conservación, mas que condenarlos livianamente con argumentos ingenuos del tipo de 'se la pasan peleando por sus intereses, para ver quien gana y a nosotros eso no nos afecta' ´los políticos son todos iguales, lo único que cuidan es su propia carrera´, etc., habría que complejizar la idea.

La política es, aunque no solamente, una carrera más

Una propuesta es aceptar primero que los políticos tienen, como otros, una carrera que cuidar pero, a diferencia de otros, provocan a veces grandes impactos sociales por sus decisiones. Pero que no por ello tienen que ser madres Teresas. Necesitan trabajar para que les renueven el contrato, como otros. Ahí entramos los otros a controlar el cumplimiento, exigir transparencia, responsabilidad e información. Por lo tanto, los políticos van a trabajar para ganar ( acceder al poder) y luego van a gobernar para que los voten otra vez ( conservar el poder) Es un arreglo adecuado si no perfecto. Alguien se tiene que ocupar de gobernar y si ese alguien está bajo la mirada de los gobernados, aunque él/ella quiera ganar solamente y haga obras para ello, los gobernados nos beneficiamos con el producto de sus ambiciones. Y si en lugar de escuelas o desagües, hace casinos y negocios inmobiliarios que no nos benefician (porque no todos los ciudadanos somos corporaciones de juegos y de constructoras) nos salimos del contrato y elegimos a otro. Que pase el/la que sigue.

Sin embargo, como en todo juego, las reglas para el juego de la política son cruciales. Una de ellas dice que debe haber igualdad en la competencia política, en la lucha, en la agonía por el acceso. Los candidatos que al momento de competir son parte del gobierno cuentan con ventajas comparativas ( fuentes de financiamiento, propaganda, etc.) y por ello, se debe regular que no haya tal uso inapropiado.

Otra regla que protege la igualdad de oportunidades es la de la discriminación positiva, para que las mujeres candidatas que han estado mas horas de su vida dedicadas a la teta y los pañales y no han llegado a las jefaturas de los partidos ( que, por cierto se reúnen a organizarse en horarios de teta y pañales, precisamente) puedan recuperar esa desigualdad.

Una tercera regla que aprendemos de los hermanos brasileños estos días es la que impide al familiar directo de un gobernante a ser candidato en el mismo distrito. El hijo de un presidente no puede competir por el gobierno de la ciudad, porque lógicamente cuenta con mas espaldas que los demás candidatos. Habría que discutir, en estas democracias modernas, si la vinculación familiar o matrimonial no es un impedimento para la condición de competencia justa.

Una cuarta es la que traduce los votos en bancas y constituye mayorías imposibles que baten records mundiales de desproporcionalidad.

Entre la lucha y la construcción, necesarias como la sal y el aceite en las sociedades, no podemos ilusionarnos con términos usados sin precisión, que nos tranquilizan momentáneamente. En todo caso, con una visión crítica pero informada prestemos atención a las reglas, y su reforma si necesaria.

Y exijamos precisiones en los discursos: quién, cuando, cuanto, a cambio de qué. Por que aunque la lucha política pueda ser agónica, -una especie de transitar entre la vida y la muerte-, hay un posibilidades de exigir información, votar y luego controlar para que haya arquitectura y vida.


valeria brusco
Asesora de Vice Intendencia, Concejo Deliberante

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