Por Marcelo Panero, Univ Nacional Villa María
Cuando uno mira desde bastante lejos, o tiene alguna aguda dificultad visual, suele percibir las cosas de manera difusa y distinguirlas solamente, por grandes contrastes, en dos grandes bloques, negro y blanco. Cuando uno va aproximándose, lo que era una unidad indiferenciada empieza a mostrarse como un conjunto de partes que no necesariamente conforman lo mismo. Suele ocurrir así también cuando se analizan algunos conflictos. El actual “conflicto del campo”, desatado a partir de la decisión del gobierno nacional de elevar y hacer móviles las retenciones a la exportación de soja y girasol y bajar menos de un punto la de maíz y trigo, no escapa a tal lógica.
Desde lejos, o con mirada corta.
Las partes directamente implicadas en el conflicto, “el campo” y el gobierno nacional, intentaron mostrarlo como una disputa entre dos bandos, “buenos” y “malos” (cada uno sabrá donde ubicaba cada lado). “El campo” argumenta lo que siempre. Que a ellos se les debe la recuperación del país tras el colapso de 2001-2002, solo a ellos; que son la base de la economía argentina, solo ellos arriesgan, se esfuerzan y producen; que con la plata que “les sacan” a ellos el gobierno puede sostener el clientelismo que luego le da victorias electorales. Que la riqueza, en definitiva, es solamente creada por ellos y que el resto del país vive a su costa. Ellos, ellos y ellos. Ubican al gobierno como un ente voraz y corrupto, que “no entiende nada del campo” (hasta ahora, salvo el primer tiempo de Duhalde, no recuerdo gobierno que, a juicio de ellos, haga bien las cosas). Así abundan, ahora y antes, las calificaciones a funcionarios del gobierno (Solo para refrescar la memoria, recordemos las palabras de Analía Quiroga, dirigente de una de las entidades rurales, que hace unos años tildó de ignorante a Kirchner; del entonces vice de CARTEZ, Ricardo Ossela, que los denominó un gobierno montonero; en estos días a “Lustó” -así estaba escrito en algunos carteles en los cortes el nombre del actual ministro de Economía, Martín Lousteau- de “no haber cruzado nunca la Gral. Paz”; “soberbia” a Cristina Fernández).
Del lado contrario, el gobierno, los unifica a todos bajo el rótulo de “la oligarquía terrateniente”. Son todos lo mismo. Dice el gobierno: con Menem les fue mal (a todos) y ahora la están “levantando con pala”, nunca “ganaron tanto como en estos años” (todos por igual). “Angurrientos” les había dicho el entonces ministro Lavagna, “insensibles”, “antipatria”, “gorilas”, entre otros, han sido los calificativos. Duros por cierto, injustos para algunos también.
Estos relatos, de ambas partes, i) reducen la problemática a un solo conflicto. ii) pretenden legitimar sus posiciones en argumentos morales: buenos contra malos. iii) emplean categorías de análisis reduccionistas e insuficientes. Un análisis de estas características no dista mucho del guión de una telenovela berreta o de película holliwoodense barata, y ayuda verdaderamente muy poco a entender las cosas. Menos a un intento de resolución. Por el contrario, creo que: i) no estamos frente a uno, sino ante varios conflictos, simultáneos y superpuestos; ii) las disputas remiten, en el fondo, a la distribución de la renta colectiva, por lo tanto acá no hay buenos y malos, hay actores interesados; iii) el escenario ha cambiado, por lo tanto las viejas categorías son insuficientes para entender lo que ocurre.
Conflictos (con s al final)
Los empresarios del campo de la pampa húmeda, el litoral y algunas provincias norteñas, la pampa húmeda extendida a partir de que las nuevas tecnologías y cultivos permiten utilizar tierras antes marginales, básicamente productores de cereales, oleaginosas, carne y leche, son los que se autodenominan “el campo”. Ellos están llevando a cabo tres medidas de fuerza simultáneamente: primero, han dejado de producir o de comercializar los productos de sus explotaciones; segundo, han cortado las rutas, impidiendo el paso de terceros (lo que es ilegal vale recordarlo); finalmente, como resultado de ambas cosas, provocan desabastecimiento de productos al resto de la población. Esta triple medida de fuerza que lleva hoy ya 16 días ininterrumpidos (y cabe aclarar, sin ningún tipo de represalia) aúna, a mi entender, varios tipos de conflicto diferentes, simultáneos y solapados a veces.
Primero, hay un conflicto de clases. Esto se manifiesta en dos aspectos, al menos: uno material y otro ideológico-cultural. Respecto al primero, sólo quienes poseen el recurso de la propiedad del capital pueden llevar a cabo esta triple medida de fuerza. Un paro obrero puede hacer detener una producción o cortar una ruta, pero no disponer sobre bienes cuya propiedad no poseen. Por otra parte, los “cacerolazos” en Barrio Norte, Recoleta y Belgrano en la Capital Federal en apoyo al “campo” ratifican el carácter de clase de la protesta (con esto no quiero decir que este gobierno sea el representante de la clase trabajadora, porque creo que no es así). Pero me parece que la más cruda expresión del conflicto de clases (no exento de connotaciones raciales) se da en el plano ideológico-cultural, en particular el diferente tratamiento que tienen estas medidas de fuerza en relación a otras llevadas a cabo por sectores del trabajo o desocupados. Quienes protestaban en Plaza de Mayo en contra de las retenciones eran “ciudadanos”, quienes se manifestaron a favor del gobierno eran “piqueteros” (Noticiero de América TV, miércoles por la noche) ¿Acaso los “piqueteros” no son ciudadanos?. Cuando, en otras ocasiones, desocupados o asalariados cortaban rutas, muchos de los sectores que ahora están impidiendo el paso, y “sus” medios de comunicación (otra cosa que demuestra el carácter de clase), clamaban por la ilegalidad de estas medidas y por el restablecimiento del orden. ¿Y ahora porque tanto silencio frente a la misma metodología? ¿Se imaginan lo que se hubiera dicho y pedido si en lugar de morirse un hombre cerca de Canals (Pcia de Cba) porque el piquete agrario le impidió el paso a su ambulancia, esto hubiera ocurrido en un corte hecho por una agrupación de desocupados?. A mi juicio, el diferente enfoque, tratamiento y justificación que se le da a la misma medida, dependiendo de si es llevada a cabo por uno u otro sector social, da cuenta de que no es la misma la vara con la que se mide similar comportamiento, enfoque solo explicable por un posicionamiento de clases distinto. Para agregar algo mas, la frase expresada por el vicepresidente de la SRA, Hugo Biolcatti, acerca de que “el color de la piel” de los que realizaban el piquete agrario era diferente a los que realizaban los demás piquetes y las expresiones de Luis D´Elia manifestando su odio por los blancos de barrio norte, han sido los íconos de esta dimensión del conflicto.
Segundo, esta triple medida de los empresarios agropecuarios es también una disputa con otros sectores empresariales. La protesta se desencadena, en buena parte, por el hecho de que los empresarios de este sector consideran legítimo estar ganando lo que ganan. “Otras veces les ha tocado ganar a otros sectores, esta vez que viene favorable a nosotros nos confiscan la renta”, o “porque no podemos tener una 4X4”, voces como estas informan la protesta. Con lo cual, quiero destacar dos cosas. Por un lado, que es lógico y legítimo el reclamo, cualquiera lo haría si le retienen un alto porcentaje de sus ganancias. Por el otro, que la protesta no radica en una situación de indigencia o pobreza, sino de disminución relativa de rentabilidad, frente a lo que podrían ganar sin retenciones o a lo que ganan otros sectores empresarios. Incluyendo a los sectores no empresarios, habría que pensar que precio tendrían algunos productos de consumo básico sin las retenciones y con estos precios internacionales.
Tercero, hay un conflicto intrasector. Pese a que las cuatro entidades representativas más grandes de los intereses del agro (SRA, FAA, CONINAGRO, CRA) unificaron sus reclamos y realizan conjuntamente la triple medida de fuerza, las diferencias de los productores a los cuales representan son notorias. Hay diferencias en cuanto al tipo de producción, diferencias en cuanto al tamaño de sus explotaciones económicas, y hasta en cuanto al origen de los capitales que intervienen en el sector. La división mas recurrida es entre “grandes” o de “pooles de siembra” por un lado, y de “pequeños y medianos” (“pym”) productores, por el otro. A mi juicio, la triple protesta implementada apunta también a evitar las “salidas individuales”, el problema del colado en la terminología de la acción colectiva. El colado es quien mientras otros protestan, él sigue trabajando y no asume los costos, pero que si hay beneficios, como estos son colectivos, se verá beneficiado también. Los “pym”, de presencia mayoritaria en los cortes, son, en este caso, quienes estarían impidiendo que los mas “grandes” jueguen al colado.
Ahora, si los “pym” están disgustados porque el gobierno los trata a todos por igual, y es cierto que las retenciones no discriminan a pequeños y grandes y afectan a todos, ir todos juntos en las medidas de fuerza, ¿no es dar razón a quienes los califican como parte de lo mismo?, ¿Por qué tengo que creer que un “pym” quiere que se limite a los “grandes” cuando están junto a ellos en la pelea?; ¿Por qué tengo que creer que no quieren la “sojización” cuando se realizan tamañas medidas de fuerza justo cuando una disposición apunta a bajar la rentabilidad relativa precisamente de este cultivo?. ¿O es que, en el fondo, sigue vigente la creencia de que el sector agropecuario en conjunto debe tener un trato privilegiado (porque son quienes “han hecho este país”) y, dentro del sector, los “pym”, además, deben tener un trato preferencial solo ante los grandes del agro?
Por ultimo, hay un fuerte conflicto por los significados de las palabras. Los términos utilizados para referirse al tema, al comportamiento de los distintos actores, dan cuenta también de una disputa por la legitimidad del accionar y de los reclamos. La mencionada división entre “piqueteros” y “ciudadanos” no es un mero juego de palabras, es una diferenciación que pone de manifiesto quienes, a juicio de quien lo dice, tiene derecho a protestar y quien no. (Recordemos que la idea de ciudadanía remite a quienes tienen derechos políticos).
Impedir el paso de alguien en una ruta, medida ilegal repito, no es calificada como un hecho de violencia si es llevada a cabo por un empresario y sí lo es si la hace un desocupado. Amenazar con romperle una goma a un vehículo no es un hecho de intimidación, pero si lo es la presencia de D´Elia en Plaza de Mayo (aclaro que no comparto en absoluto su metodología y expresiones). Protestar por la disminución de la rentabilidad empresaria en un país con gente que come de la basura, ¿es justo y legítimo? ¿Si un desocupado corta un puente en Bs. As. y no dejar llegar al trabajo a miles de personas es una afrenta y desabastecer a un país entero una medida justa?.
Quién tome la palabra, que termino utilice y de que manera lo haga, es una disputa eminentemente política. Remite a la legitimidad de las accionar de los distintos actores y a los derechos que posee cada uno. Y esto está muy vinculado al primer conflicto, al de clases, los medios son de propiedad privada y defienden sus intereses por sobre todo.
Ahora si, un conflicto… pero irresoluble
Estos múltiples conflictos remiten en definitiva a la disputa por la apropiación de la renta colectiva, que en Argentina tiene una complicación adicional. Por mérito del lugar que se ocupa en la actual división internacional del trabajo, Argentina exporta productos que consume internamente, alimentos, petróleo y ello vincula la disputa por la renta con el equilibrio de la balanza comercial. La fuente de moneda extranjera, necesaria para adquirir bienes en el exterior, son casi exclusivamente los ingresos vía exportaciones, compuestas a su vez de muchos productos que son bienes salario. Cuando hay crecimiento interno, por un lado, se incrementa la demanda de estos bienes y disminuye el saldo exportable y la cantidad de divisas. Por otro, aumenta la demanda de productos manufacturados, lo que conlleva una mayor actividad industrial, abastecida de insumos importados, con lo cual aumentan las importaciones. Ambas repercuten negativamente en el saldo de la balanza comercial. El punto límite de esta fase del ciclo es la falta de divisas. Para obtenerlas, es necesaria una fase contractiva en el crecimiento de la economía, lo que redunda en una menor actividad industrial, una caída de la demanda doméstica y mayores beneficios para los sectores orientados al mercado externo, “el campo” entre otros. Una vez resuelto el “cuello de botella” de la falta de divisas, el bloque conformado por industriales y trabajadores presionaran al Estado para recuperar los recursos transferidos hacia la burguesía agroexportadora, por lo que se reinicia la fase expansiva del ciclo al incrementarse los salarios y la actividad industrial.
Me cansaron las telenovelas y películas malas
A la gran complejidad de este problema, su larga historia en la Argentina, y su carácter de irresoluble mientras se mantenga la actual división internacional del trabajo, se le agregan ahora nuevos elementos que cambian el escenario: el ingreso de China al mercado mundial, el elevado precio internacional de las commodities, la aparición de los pooles sojeros, la desaparición del “partido militar”, al cual muchas veces las entidades agrarias recurrían para que defendieran sus intereses, etc.). Todo ello, hace necesario actualizar la graduación de los lentes… sino queremos seguir viendo dos bultos indiferenciados y buscando a tientas cual es el bueno y cual el malo.
Marcelo Panero, 28 marzo 2008
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